Aprender de las clases de “abajo”…
E – FRANCISCO MARTÍNEZ G. /Leer en P’urhépecha.
Nuestra patria está experimentando muchos cambios y sacudidas. Ninguno de esos trastornos, sin embargo, está trastocando aún su realidad profunda. Sus partidos políticos y autoridades son patrimonialistas. Patriarcales. A pesar de llevar transcurridas dos décadas del siglo XXI, se vive un México premoderno. Moderno no, porque modernidad aneja unidad e inclusión. Se padece un país en el que se ha incrementado el asistencialismo. En el que ha aumentado, como nunca, el Estado paternalista.
Actualmente México puede presumir, sí, el que se halle apalancado por el near sourcing. Con todo, en sus entrañas sigue reptando una poderosa burocracia política incrustada en el aparato gubernamental y en los partidos políticos. Sin duda, se puede afirmar que la clase gobernante mira a las clases marginadas, pero las mira desde arriba. Desde sus privilegios y canonjías. Nunca de circular manera. Desde una praxis en la que el gobernante se precia en entregar el pescado a las clases marginadas, si bien, ni les entrega el anzuelo, ni les enseña cómo utilizarlo. Desde una ideología en la que al Ejecutivo se le ve surcar el mar dogmático de los sistemas cerrados. Ése, así lo niegue, que no es sino el de los posicionamientos fundamentalistas. Ése, cuyo hostal no pasa de albergar un izquierdismo nominal.
Porque las canonjías y los privilegios de los partidos políticos, de los integrantes de los tres poderes de gobierno, de los amigos y parientes influyentes, de los chapulines y capitalistas, sólo han cambiado de traje, pero no de protagonistas. Porque se practica sólo una inclusión discursiva. Porque la unidad no se busca. En ese sentido, porque se olvida que modernidad y democracia no se dan cuando se transcurre ajeno a las clases excluidas, el México de nuestros gobernantes aún está muy lejos de la justicia y muy uncido a la demagogia, a la perversión y a la declinación social.
Es entonces que quienes tienen el poder debieran aprender de las clases de abajo. De la clase indígena. Sufridos innumerables embates, ni ha perdido la mística, ni ha pervertido su ideología. Mucho menos, su profundo sentido de realidad. Lo que la califica, en cuanto igualdad acuña, como la más moderna y la más democrática. Es en ella donde no sólo los partidos políticos y la sociedad mexicana en general, sino el Estado mismo, podrían encontrar brotes auténticos y gérmenes valerosos de renovación crítica.
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